Además de la crisis migratoria, el estado de la economía se perfila como una de las principales preocupaciones de los electores estadounidenses.
En el núcleo del torbellino electoral que nos envuelve, nos topamos con un escenario atípico: la potencial revancha del exmandatario Donald Trump frente a Joe Biden, el líder actual. Se prevé que alrededor de 156 millones de votantes, reflejando la participación del año 2020, decidirán el destino de Estados Unidos en la elección del 5 de noviembre. Temáticas como la inmigración, la sanidad y la diplomacia internacional son de vital importancia en este contexto; sin embargo, es el tema económico el que se posiciona como el eje central para un amplio sector del electorado.
Surge entonces una interrogante crucial: ¿De qué manera influirá el panorama económico en la suerte de cada candidato? La situación financiera de EE.UU. se muestra multifacética, con aspectos que apuntan hacia una bonanza, aunque la percepción general de la población se tiñe de tonos más oscuros. A pesar de una tasa de desempleo que roza mínimos históricos, un sólido crecimiento en la generación de empleos y una inflación en descenso, las críticas hacia la administración económica de Biden son ferozmente negativas.
¿De qué manera influirá la economía?
La visión sobre la economía se transforma radicalmente según quien la observe, siendo cada vez más influenciada por la filiación política del gobierno en el poder. Un caso reciente es el informe laboral del último viernes, que sorprendió con la creación de casi 200,000 empleos y un decremento en la tasa de desempleo al 3.7%. Asimismo, las ventas en la temporada festiva establecieron récords históricos, con más de 200 millones de personas comprando desde el Día de Acción de Gracias hasta el Cyber Monday.
A pesar de estos indicadores prometedores, se respira una atmósfera de desánimo económico. Según sondeos de Gallup y Pew Research Center, solamente una quinta parte de la ciudadanía califica la situación económica como excelente o buena. La inflación, patente en los altos precios de alimentos y combustibles, es un factor clave en esta percepción negativa, aunque hay más elementos en juego.
Se percibe una profunda brecha partidista en cuanto a la percepción económica, con fluctuaciones significativas que coinciden con cada cambio de administración. Esta polarización es especialmente marcada entre los republicanos. Por ejemplo, solo un 18% de ellos veía con buenos ojos la economía durante el gobierno de Obama en 2016, cifra que se disparó al 81% con Trump en 2020, y se desplomó a un 10% bajo Biden.
Este abrupto giro no se justifica solamente por la economía. En la era de Obama, el país se recuperaba de la Gran Recesión, con un desempleo del 4.7% al término de su mandato. Antes de la pandemia en 2020, la tasa había caído al 3.5%. Los demócratas también han tendido a ser más optimistas económicamente bajo gobiernos de su partido, aunque no en la misma medida que los republicanos.
La inflación
La inflación, especialmente notable en los precios de alimentos y gasolina, comenzó su escalada post-pandemia, alcanzando un pico del 9.1% en junio del año anterior. Aunque la inflación general y la alimentaria han mermado significativamente desde inicios de año, los precios aún no han experimentado una reducción sustancial, lo cual no ha favorecido políticamente a Biden.
Los costos de la vivienda continúan elevados en muchas zonas del país, y la Reserva Federal ha incrementado los tipos de interés para combatir la inflación, complicando la adquisición de viviendas. La economía, y más concretamente el costo de vida, seguirá siendo una preocupación primordial para los votantes. No se vislumbra una solución sencilla y política a este desafío.
Biden y su equipo de campaña confían en que la inflación continúe su descenso y que la Fed rebaje los tipos de interés, aliviando así la carga económica de los votantes en un año electoral decisivo, dada la posición precaria de Biden en este frente ante su posible reelección.
En síntesis, la economía juega un papel central en las elecciones de 2024. Los candidatos deben abordar tanto los indicadores económicos reales como la percepción pública, fuertemente influenciada por la polarización política. El reto está en conectar con los votantes más allá de las cifras, comprendiendo sus preocupaciones diarias y ofreciendo soluciones concretas a los problemas económicos.